Vieron que comprar a muchos nos trauma/molesta (últimamente a mí cualquier cosa con otro ser humano me produce estas dos cosas) pero dejando de lado mis problemitas mentales y yendo a la mayoría (que siempre tiene la razón… puaj que mentira no?), no es común que a los hombres no nos guste comprar nada, (salvo tecno, repuestos de autos o algo deportivo), mucho menos ropa. Bueno yo no soy la excepción, pero no por gastar la plata o perder el tiempo, sino porque es soberanamente un rompedero de huevos llegar a un local y que te espere un batallón de vendedores/as con esa sonrisita dibujada, preguntando al primer pie que ponés… -Hola te puedo ayudar en algo?, -SI PODES, – les diría -, NO PREGUNTEN BOLUDECES Y DEJENME EN PAZ HASTA TANTO LES PIDA ASISTENCIA!, TODAVÍA NO ENTRÉ EN QUÉ JORACA ME VAS A AYUDAR?, entonces sutilmente les decís “Estoy mirando”, y la cara les cambia a la real, es decir, una cara de “Si no te llevás algo no me sirve y la satisfacción personal se esfumó” o en otras palabras “la sonrisa que te puse era falsa”.
Bueno después de ver algo que te gustaba (pónganle un pantalón cualquiera tipo corderoy) y ver la poca variedad que hay a esta altura del año en productos de invierno (porque los turros están rematando todo lo del frío cuando quedan tres meses de temperaturas bajo cero, y sacando a la vidriera las bermudas, EN AGOSTO! EN EL HEMISFERIO SUR! (quién maneja la moda? un mono con navaja? por Dios)), le preguntás a la preciada vendedora… -Qué tal? tenés este cómo para mí? – Silencio de radio, se te queda mirando como si le hubieras preguntado la fórmula para curar el mal de chagas, o como si tuvieras un talle extra dificil de conseguir, (lo cual no es mi caso 1,77 y 68 kg).
-No sé qué talle sos?… a lo que me dan ganas de contestar – No se no estás vos todo el día acá? no te das una put.. idea?, pero con el respeto y paciencia que me caracteriza le respondo -Seré 30/32, no sé depende de la marca, el pantalón, el corte del mismo, la tela, etc., etc., etcétera cientos de miles de veces etc. -Traéme el 30 y vemos. Casi casi como que la tengo que convencer para que me traiga un pantalón, pero bueno acá es así. Es ahí que miro en paz los otros colores disponibles sin los ojos en la nuca de la vendedora/es y veo que hay otras opciones de telas y colores. Cuando la diosa de la indumentaria regresa con el que quizás sea mi pantalón le digo -Sí creo que me irá me lo pruebo, nuevamente sin su consentimiento porque se ve que pretenden que uno agarre el pantalón pague y salga corriendo y así estar ellos libres para “cazar” otra mosca que aparezca en el local.
Voy al probador (y aquí es un capítulo aparte), porque no se si habrán notado que cada vez son más chiquitos y con menos luz (y reitero tengo muy buena vista y mis medidas no son de un tipo grandote), no se cómo hará el resto. En el mismo lugarcito, me pruebo el pantalón previo desensillarme de la campera, bufanda, zapatos y el otro pantalón, en un solo percherito pedorro (generalmente con el pantalón tirado en el suelo a las puteadas y cagado de calor por el spot que tenés en la cabeza que solo sirve para eso… que te cagues de calor porque para iluminar no sirven) mucho menos arriba de tu marulo, bue, una vez probado a los tumbos y haciendo equilibrio para no llevarte el picaporte del probador en la columna, tenés una hermosa voz que desde afuera te pregunta, – Y cómo va eso? cómo te quedó? Pagás con crédito o débito? 2 o 3 cuotas? PAAARRRRRRRRAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA LOCAAAAAAAAAAAAAAA, recién voy abrochándome el botón! pero como soy un caballero le contesto – Todavía no me lo probé ya te aviso, y ella se va como apareció de repente y sigilosamente como la muerte.
Ahí te ves el pantalón puesto, sin mucha luz, te apretan los huevos, te das cuenta que ganaste dos kilos que solo sirven para no poder comprarte ese puto pantalón (con lo cual vas a tener que pedirle otro cambiarte buscarla por todo el local o hacerle señales en calzones cual pelotudo en donde nunca te ve ella pero sí todo el local), que el pantalón tiene un corte extraño no es ancho, no es común, no es chupín, no es slim fit no se qué es, pero se que te apretan las gambas (y yo tengo dos chorros de soda por piernas así que – de vuelta- no se cómo hará el resto), y lo que no te tiene que marcar lo resalta y el resto pasa desapercibido sin mencionar que tienen unos bolsillitos para nene de 4 años y por las precillas no pasa ninguno de los cinturones que tenés, ergo, te vas a tener que comprar también un cinturón.
Ahí al volverte a cambiar con todos los pasos anteriores pero a la inversa, y ya salido del sauna, ehh probador, aparece la hdp ehh vendedora gritándote otra vez -Y? cómo te fue?, a lo cual le contestás con cara de ojete, -CHICO, tenés el 32? o 34? pasame los dos así no salgo otra vez… -No, el 34 te va a quedar grande y 32 no tengo. Ahora Cocó Chanel conoce a la perfección tus medidas… entonces volvés a los percheros a ver ya que estás ahí qué otra cosa podés elegir, pero no hay nada. Solo jeans cortados, marcados, cagados, con colores psicodélicos y lamativos que solo pueden usar los adolescentes o algún ridículo porque el año próximo ya no se van a usar más. Así que ahí pasás a ver remeras, pero, -pensás-, remeras tengo muchas, igual que las camisas de “oferta” re caras porque termina la temporada, (insisto dentro de 3 meses), chombas, poleras, camperas, pulloveres y mil cosas más, hasta que finalmente das con algo que te gusta un buzo con capucha de los que quedan solo dos modelos de dos colores en solo dos talles diferentes: azul oscuro y negro.
Le preguntás a la opa, que tenés al lado mirandote fijo cómo diciendo -Llevás algo o me vas a seguir jodiendo mucho tiempo más?! – Tenés en Medium el azul? -No- responde, en “M” el negro el otro en “S”, ya resignado le contestás – traé el azul en “S”. Va, y vuelve con una cara de nada con el buzo, volvés al matadero/probador para ver que te queda chico, te probás el otro en “M” y te das cuenta que es muy grande. Así que le decís antes de que te pregunte -Cómo te fue?, -El “S” me va chico y el “M” muy grande, están bien los talles?, y ahí Marcel Marceau, se te queda mirando. A lo cual le dije, -Dame el azul, total prefiero el chico a la bolsa de consorcios que era el otro. Pagué y rajé a las putiadas y jurando no comprar más ropa, hasta que dos vidrieras más adelante veo un corderoy que me gusta y todo vuelve a empezar.